Es en la confianza donde se basan y se fortalecen las relaciones entre las personas. Leí que la palabra es de origen latino, “confides”, y que viene a significar “tener fe en alguien”. Esto es, tener seguridad plena en esa persona. Pero esa confianza no es porque sí. Si alguien tiene confianza en otra persona es porque de alguna manera ésta ha
demostrado que es merecedora de la misma. Y el fundamento de ese merecimiento es la credibilidad personal.
Entiendo que para llegar a ser creíble hay que tener una trayectoria en la que se haya demostrado coherencia y sinceridad, como contraposición a una conducta basada en la apariencia.
Decía que no cae del cielo el tener la confianza, en el caso que me ocupa, de la mayoría de nuestros vecinos y vecinas. Primeramente deben haber visto en ti algo que no se adquiere de la noche a la mañana: el compromiso. Y es que las inquietudes por hacer cosas por nuestros paisanos parten de la base de haber estado entre ellos y haber sido uno más. Haber disfrutado lo disfrutable junto a ellos y haberte puesto a su lado en los momentos menos buenos. De participar en la vida social y cultural de nuestro pueblo desde siempre. En definitiva, el compromiso no se escribe ni puede simularse, solo se practica.
También se adquiere esa confianza mostrando cercanía, teniendo capacidad de escuchar a la gente. Pero a toda la gente por igual, te hayan votado o no. Y eso de forma anónima y discreta, en el día a día. Ser cercano es mostrarse accesible a las personas. Ahora y antes, porque la cercanía no se adquiere en una tienda. O se tiene o no se tiene.
No se consigue cercanía en unos días a la carrera haciendo como que te importan esas mismas personas de cuyos problemas no has sabido ni querido saber nada durante años. Desde luego, el ir rodeado de un grupito repartiendo claveles por el mercadillo o bien ponerse a la vista de la gente en actos a los que nunca se ha acudido, no te hace ser cercano (o cercana, ya sabéis), solo más visible.
El ganarte la confianza cuando se tienen responsabilidades de administración pública también tiene mucho que ver con el dicho “dime con quien andas…”. Porque es importante, en este caso, saber rodearse de las personas con las cualidades necesarias para llevar a cabo juntos la mejor gestión de gobierno posible. Hablo de un equipo compacto, que no es lo mismo que una lista de caras sin ton ni son.
Ahora más que nunca es primordial que la honestidad y la transparencia sean manuales éticos básicos en la política. Y también la humildad. Porque ser creíble o digno de confianza no significa ser infalible.
Nadie en este mundo está exento de cometer fallos, y entonces hay que saber pedir excusas. Lo peor no es cometerlos, es la soberbia de no reconocerlos.
Y es que es verdaderamente complicado que si falla la humildad, pueda pretender alguien ser cercano a las personas.
Hay quien empieza en esto de la política local repartiendo boletines por mandato de su jefe en los que se acusa al Ayuntamiento de algo tan grave como cometer “irregularidades” en materia de planes de empleo, y aunque se demuestre con documentos que dicha acusación es mentira, no desdecirse ni una palabra. Y encima, cuando le preguntan por ello, dejar que responda quien te manda y esconderse tras él.
En última instancia, confianza es la certeza de que va a trabajarse siempre pensando en el bien común, por encima de exigencias de partido o conveniencias particulares.
Hay que tener bien claro que tener la confianza de la mayoría de un pueblo no es un cheque en blanco. Cada día debe ser una reválida, porque no hay nada más dañino para un gobernante que el acomodamiento en el poder. Que creer que un puesto político es de por vida y pretender perpetuarse en él, o lo que es aún peor, pretender engañar manteniéndose mandando en la sombra… de número 4 por ejemplo… Creo que sabéis de lo que hablo perfectamente.
Pero si hay algo cierto es que nadie puede pretender dar credibilidad ni confianza sin mostrarse realmente tal como se es.
Y a mí, el esfuerzo de algunos (o algunas, mejor dicho) por aparentar lo que no son me recuerda una frase de Groucho Marx… “¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”.