Leía días atrás una propuesta del PA de que los alcaldes que sean «malos gestores» no puedan ser «recolocados» en ninguna otra Administración.
En ese sentido hay un ejemplo sangrante: la ex-alcaldesa socialista de Jerez. Esta señora, de nombre Pilar Sánchez, fue nombrada en enero Directora del Instituto Andaluz de Cualificaciones Profesionales, un ente adscrito a la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, con un sueldecito bien apañado.
¿Sus méritos?. Pues haber dejado al Ayuntamiento de Jerez con casi 1.000 millones de euros de deuda (que conlleva a pagar 18 millones de euros anuales de intereses) y 13.000 facturas impagadas a proveedores, algunas de hace veinte años, por un importe global de 328 millones de euros.
Soy consciente de que el relatado es un caso extremo. No hay que irse tan lejos. Seguramente nos van a sonar casos bastantes más cercanos (mucho más) en que se ha gastado muy por encima de lo que se era capaz de ingresar. En que se han inaugurado edificios municipales mientras no quedaban fondos para la conservación de los existentes. En que la adopción de medidas de ahorro y de disminución del gasto brillaban por su ausencia. En que, en definitiva no se miraba por el dinero público por lo que es, un dinero de todos los ciudadanos.
Precisamente en estos tiempos en los que salen casi a diario en la prensa casos de políticos “aprovechados”, que terminan utilizando su puesto para provecho personal, es cuando se debe ser mucho más celoso en evitar esas situaciones. Y si ocurren, por lo menos que sean difundidos a la opinión pública para escarnio de aquellos que olvidaron servir al ciudadano mirando por el bien común, pero no se olvidaron de su propio beneficio.
Pero yendo al principio de este artículo, no solo debe apartarse de cualquier responsabilidad política al sinvergüenza o al ladrón, también debe evitarse que administre un solo euro público a aquellos que han demostrado no servir para ese importante fin. A los que han gustado de “disparar con pólvora de rey”, sin reparar en dietas, viajes o comidas. Insisto, porque el dinero no salía de su bolsillo. Era “dinero de nadie”, tal como llegó a indicar la exministra socialista Carmen Calvo refiriéndose al dinero público.
Es fácil además, sin necesidad siquiera de conocer cuentas ni balances económicos, reconocer a personas de esa calaña. Porque se van aislando como reyezuelos, creyéndose a una altura tal que ni propios ni extraños tienen derecho a protestarle siquiera. Perdiendo cualquier contacto con el ciudadano de a pié, que obviamente no está a su nivel para juzgarlo. Eso queda para la Historia.
Bien es verdad que a esos individuos les suele también ocurrir como la película de Bogart… Más dura será la caída…