Pesimismo, derrota, desánimo, desaliento, abatimiento, desesperanza, desilusión. Sinónimos todos del sentimiento reinante entre la mayoría de los que nos ha tocado vivir estos tiempos amargos. El gran problema de caer en el pesimismo es que a menudo provoca la resignación de quedarse con los brazos cruzados, y está claro que así no llegamos a ningún lado. No podemos esperar a que nos saquen las castañas del fuego, sino por el contrario intentarlo primero nosotros mismos. Evidentemente esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero pongamonos manos a la obra, cojamos al toro del paro por los cuernos, e intentemos de una vez contestar a la pregunta del millón: ¿cómo salimos de esta?
Para darle la importancia y profundidad que requiere el tema, este artículo tendrá varias partes y en esta primera quiero hacer hincapié en las personas. Y es que, está claro que la solución al problema del paro debe impulsarse y canalizarse desde los gobiernos, y que además afectan otros muchos factores, pero estas cuestiones las trataré en las siguientes partes. Sin embargo, en esta primera trataré lo primordial que es también que la iniciativa parta de los propios afectados. Aquí es donde tiene que comenzar principalmente el cambio. Parafraseando al portentoso escritor portugués José Saramago: “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”.
Para empezar, tenemos que comenzar a asumir, el que a estas alturas todavía no lo haya hecho, que el volumen anterior de trabajo no especializado, no volverá ni en 1, ni en 2, ni en 10 años. La burbuja explotada que se infló en los últimos tiempos en el sector ladrillero, parece a todos luces que no volverá. La cuestión es entonces, cuánto trabajo quedará en estos sectores, y la respuesta ya la estamos viendo. Seguirá habiendo trabajo, sí, pero casi ni para mantener a los empleados históricos de las empresas que todavía sigan en pié, y eso con suerte. Los nuevos empleos no vendrán por la contratación de más personas para hacer lo mismo, a no ser que sea para sustituir a los que se vayan jubilando. La creación de puestos de trabajo vendrá por la expansión de empresas a otras áreas, por la creación de nuevas empresas y por el autoempleo. Por tanto, no podemos seguir esperando a que nos caiga del cielo el telefonazo para volver al tajo. Si hay que dedicarse a otra cosa, cuanto antes nos concienciemos mejor.
Apostar por nosotros mismos para potenciar nuestras capacidades, es vital. Hacernos un buen currículum es una inversión de esfuerzo, tiempo y puede que de dinero. El trabajo que consigamos mañana no será sino el fruto de lo que nos proporcione la formación y capacitacón que nos labremos hoy. No me refiero a ir dando palos de ciego con diversos cursitos de unos cuantos días en los que se nos da cualquier asunto básico que sabemos perfectamente que no nos diferenciará del resto. Me refiero a que nos planteemos un verdadero plan de futuro con una formación planificada y con una carrera profesional como objetivo. Hay que estar espabilados y arrimarse al sol que más calienta, no entendido esto por buscarse enchufe sino por enfocarnos a los sectores con mayor perspectiva de trabajo y a la vez desechando el resto, aunque nunca sin descartarlo del todo.
Resulta claro que no son iguales las situaciones en las que se encuentran las personas sin trabajo. No es lo mismo un chaval joven al que es más fácil plantearse todo esto, que una persona a punto de jubilarse que se ha dedicado durante toda a su vida a lo mismo y le será muy complicado renovarse. Aunque también es cierto, que a pesar de que este caso es lo mismo de doloroso, que aquí el problema está más acotado. Pero los primeros no tienen excusa ninguna. Hay que tener mayores miras. No podemos y no debemos quedarnos quietos nunca.
Cuanta razón llevaba Antonio Machado cuando dijo: “Que dos y dos sean necesariamente cuatro, es una opinión que muchos compartimos. Pero si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga. Aquí no nos asombramos de nada”. En efecto, si alguien piensa que el problema principal no es el empleo. Si alguien piensa que haciendo lo mismo se puede arreglar el problema. Si alguien piensa que los mismos que mandaban, permitiendo esta crisis e incluso colaborando en ella, dicen la verdad al contarnos que tienen la solución. Pues que lo diga, que aquí ya no nos asombramos de nada. Pero el resto tenemos que actuar. Ahora.
Hay un problema enorme de falta de confianza, y ese empujón no nos lo pueden dar los que se han llevado tantos años mas preocupados en colocar a su gente que en mirar por el futuro de un pueblo puesto de rodillas por culpa del desempleo
Efectivamente, el tema de la confianza es vital, pero no es algo que se consiga simplemente esperando a que vuelva.